Boletín de la Sociedad Zoológica del Uruguay, 2021
Vol. 30 (1): e31.1.7
ISSN 2393-6940
https://journal.szu.org.uy
Conocí a Julio en 1987 o 1988. Tenía yo entonces
unos 16 años y había ido al Museo Zoológico Dámaso
Antonio Larrañaga (MZDAL) a hablar con Juan Cuello,
un señor que había escrito libros sobre aves y a quien
quería hacerle consultas sobre mis observaciones de
campo. Cuando llegué me atendió un funcionario muy
amable que me guió hasta la oficina de Cuello. Al
terminar la reunión me encontré con el mismo hombre,
que se retiraba, y me ofreció acercarme en su auto
hasta una zona con más transporte que la rambla del
Buceo. Cuello nos fue a presentar pero no había
retenido mi nombre, por lo cual nos dimos la mano
pronunciando los dos al mismo tiempo “González”. Le
comenté que había leido sus artículos en el Almanaque
del Banco de Seguros y fuimos conversando hasta
cerca del Parque Batlle, donde me domiciliaba yo
entonces.
En varias ocasiones visité el Museo Larañaga entre
esa fecha y comienzos de los 90s, oportunidades en
que departíamos largamente con Julio sobre el tema
que nos apasionaba: los mamíferos. Julio era una
fuente inagotable de anéctodas y datos de campo. Fue
quien me contó sobre la posible existencia del yapok
en el Arroyo de la Mina, dato que me puso sobre la pista
de la especie hasta que la encontré años más tarde en
Paso Centurión. Él me facilitó el contacto con el
mastozoólogo argentino Elio Massoia cuando me fui a
vivir unos meses en Buenos Aires en 1992. Más
adelante fue mi hospitalario anfitrión en varias
oportunidades, cuando vivía en Porto Alegre y yo
visitaba la ciudad para consultar colecciones o asistir a
alguna reunión científica.
Julio se formó como taxidermista y mastozoólogo
con Alfredo Ximénez, en el Museo Nacional de Historia
Natural (MNHN), y junto a Cuello en el MZDAL,
institución esta última de la cual llegó a ser Subdirector.
Su talento como museólogo fue ampliamente
reconocido y potenciado cuando lo reclutaron para la
creación del Museo de Ciencia y Tecnología de la
Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul,
situada en Porto Alegre. Allí fue responsable de la
generación de notables sectores de la exposición y
actuó durante más de una década como docente
universitario.
Entre los mamíferos, su principal grupo de trabajo
fueron los murciélagos, sobre los cuales realizó
diversas contribuciones tanto en Uruguay como en
Brasil. Puede decirse que, después de Eduardo Acosta
y Lara, fue el segundo estudioso de los murciélagos
que ha tenido Uruguay. La obra de Julio incluyó,
además de aportes científicos, numerosas
publicaciones de divulgación, entre las cuales
destacan una serie de artículos sobre mamíferos de
Uruguay en el Almanaque del Banco de Seguros del
Estado y la “Guía para la identificación de los
murciélagos de Uruguay”, del Museo Larrañaga.
Su labor como colector de mamíferos lo coloca
entre las personas que más han contribuido al
desarrollo de las colecciones nacionales, tanto del
Museo como de la Facultad de Ciencias de la
Universidad de la República. Entre sus aportes se
encuentran la confirmación de la presencia de las
Bol. Soc. Zool. Uruguay (2ª época). 2022. Vol. 31 (1): ISSN 2393-6940e31.1.7
OBITUARIO
JULIO CÉSAR GONZÁLEZ
(1944-2021)
Julio César González. Foto tomada por su hijo
Javier González.
2
marmosas en Uruguay mediante la colecta de
ejemplares, datos biológicos sobre el murciélago de
línea blanca (Platyrrhinus lineatus) y el murciélago
oscuro (Myotis riparius), la cita del lobo marino fino
subantártico (Arctocephalus tropicalis) para Uruguay,
las citas del murciélago oscuro para Rio Grande do Sul
y el murciélago de orejas anchas patagónico (Eumops
patagonicus) para Brasil. Supo cultivar, asimismo, el
trabajo interdisciplinario, realizando diversas
publicaciones en colaboración con parasitólogos y
epidemiólogos. Entre sus colectas también destaca un
ejemplar de rata de hocico ferrugineo (Wilfredomys
oenax), que atrapó con la mano en la Sierra de Aceguá
cuando la vio desplazarse entre la hojarasca del suelo
del monte serrano.
En sus últimos años trabajó para el Ministerio de
Salud Pública de Uruguay, contribuyendo con la labor
de un equipo interinstitucional dedicado al control del
vampiro. Participó asimismo, ocasionalmente, en
consultorías relativas al efecto de parques eólicos
sobre murciélagos y aves. Desde esos lugares siguió
aportando al MNHN valiosa información y ejemplares,
como una serie de murciélagos orejudos oscuros
(Histiotus velatus), del sitio en el cual descubrió la
única colonia conocida hasta hoy en Uruguay, o el
cráneo del mono aullador, que hasta el presente es el
único registro material de la presencia de primates en
nuestro país.
Hay un par de cosas que siempre voy a recordar de
Julio, además de sus aportes a la Mastozoología. Por
un lado, su caracter generoso, entusiasta, afable y
trabajador. Y en segundo lugar, la historia de una
excursión muchas veces programada por ambos y
nunca realizada, que consistía en recorrer el arroyo
Laureles a pie, desde las nacientes hasta la
desembocadura. La idea era tomarnos varios días,
andar tranquilos, livianos, disfrutar de los paisajes, la
flora y la fauna. Sin pretender apenas dedicar
esfuerzos a la colecta, salvo por algún material
excepcional que pudiera aparecer. Esa idea, que se le
ocurrió a mediados de los 90, era tema recurrente en
nuestros encuentros en los últimos años. Cada vez
que nos veíamos reafirmábamos la voluntad de partir,
pero por razones circunstanciales nunca llegamos a
hacerlo. Me queda, sin embargo, de tan peculiar
anécdota, un mensaje de Julio, que es precisamente
que, además de trabajar e investigar, debemos dedicar
tiempo en la vida a andar tranquilos por la naturaleza, a
viajar livianos y a disfrutar de esos paisajes, esa flora y
esa fauna que son la razón de ser de aquellos que nos
sentimos naturalistas.
Enrique M. González
Bol. Soc. Zool. Uruguay (2ª época). 2022. Vol. 31 (1): ISSN 2393-6940e31.1.7