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LAURIA et al.
INTRODUCCIÓN
El bienestar animal (BA) es una responsabilidad
fundamental para todas las instituciones que albergan
fauna silvestre, en adelante “zoológicos” (Sherwen,
Hemsworth, Beausoleil, Embury & Mellor, 2018;
Fernandez, Bereton & Coe, 2023). Aunque sus
objetivos de conservación son loables, la justificación
para mantener animales silvestres en cautiverio sólo
es válida si se logran garantizar elevados estándares
de BA (Swaisgood, 2010; Racciatti, Feld, Rial, Blanco
& Tallo-Parra, 2022). El BA se entiende como el estado
de los individuos frente a los esfuerzos por adaptarse a
las condiciones que enfrentan, englobando tanto
experiencias subjetivas como sensaciones derivadas
de la salud, la nutrición, el comportamiento y los
efectos del entorno (Mellor et al., 2020; Broom, 2022).
El diseño adecuado de recintos es fundamental
para garantizar el BA en los zoológicos (Fernandez et
al., 2023). Los recintos externos (RE) deben equilibrar
su función educativa con la promoción de
comportamientos naturales, mientras que los recintos
internos (RI) deben minimizar el estrés por contacto
visual, facilitar el manejo y garantizar la seguridad de
los animales y el personal (Brando & Coe, 2022). La
complejidad ambiental es esencial en ambos casos, ya
que promueve la diversidad de comportamientos,
aumenta las oportunidades de elección y control, y
reduce el estrés, favoreciendo el BA (Mellor, Hunt &
Gusset, 2015b; De Azevedo, Cipreste, Pizzutto &
Young, 2023). Este concepto abarca la geometría
física del hábitat, incluyendo componentes bióticos,
como vegetación o individuos, y abióticos, como el
tamaño, disposición y densidad de los elementos
estructurales (De Azevedo et al., 2023; Fernandez et
al., 2023).
El diseño de recintos también juega un papel clave
en la implementación de los programas de
entrenamiento y enriquecimiento ambiental (EA)
(Miller, Vicino, Sheftel & Lauderdale, 2020). El EA es un
proceso dinámico que requiere recintos diseñados con
estructuras y características que permitan
modificaciones y ajustes para fomentar la expresión de
los comportamientos naturales de la especie
(Wolfensohn et al., 2018). Un recinto bien diseñado
puede optimizar el entrenamiento, lo que promueve la
estimulación psicológica, fortalece el vínculo entre el
animal y su cuidador, y hace que los procedimientos
médicos y de manejo sean más seguros y menos
estresantes (AZA Lion Species Survival Plan, 2012;
Mellor et al., 2015b).
Para un diseño de recintos más efectivo, es
fundamental recurrir a la evidencia científica,
considerando tanto las necesidades específicas de
cada especie como las particularidades de cada
individuo (Rose & Riley, 2019). La adopción de
modificaciones basadas en esta evidencia puede
mitigar los efectos del cautiverio, reducir el estrés y
mejorar el BA. Además, estas mejoras pueden
incrementar el éxito reproductivo y apoyar los objetivos
de rehabilitación o reintroducción (Mason et al., 2013;
Biolatti et al., 2016).
Existen diversas herramientas para evaluar y
mejorar el diseño de recintos, centrados en el BA. Los
etogramas, que registran el repertorio conductual de
las especies, y los presupuestos comportamentales,
que cuantifican la distribución del tiempo en distintas
actividades, constituyen un punto de partida esencial
para analizar el comportamiento animal e investigar la
funcionalidad de los recintos (Miller et al., 2020; Dyson,
2022; Finch et al, 2022). Además, el análisis del uso del
espacio y la evaluación de indicadores de calidad del
recinto también proporcionan información clave. La
identificación de áreas sub o sobre utilizadas puede
revelar deficiencias en el diseño, mientras que
aspectos como el acceso a refugios, zonas de
descanso o alimentación permiten evaluar la
adecuación del entorno y su impacto en el BA (Ross,
Schapiro, Hau & Lukas, 2009; Racciatti et al., 2022; De
Azevedo et al., 2023).
En el mundo, el diseño y manejo de los recintos de
fauna silvestre han estado influenciados por un
proceso de transformación reciente. Históricamente,
los zoológicos fueron concebidos como centros de
colección y exhibición de animales, con escasos
recursos destinados a su bienestar (Rodríguez-Guerra
& Guillén-Salazar, 2007). Sin embargo, en las últimas
décadas, la percepción social ha cambiado y han
surgido iniciativas para mejorar las condiciones de
bienestar de los animales.
En Uruguay, solo una institución zoológica (Biopar-
que M'Bopicuá) está avalada internacionalmente por
las organizaciones que nuclean y evalúan a los centros
zoológicos (ALPZA: Asociación Latinoamericana de
Parques Zoológicos y Acuarios, WAZA: World Associa-
tion of Zoos and Aquariums). Si bien ha habido algún
avance progresivo en las políticas de manejo y en la
atención a las condiciones de los animales, aún persis-
ten desafíos muy significativos. Recientemente, el
escape de un puma (Puma concolor) en la Estación de
Cría de Fauna Autóctona (ECFA) del Cerro Pan de
Azúcar puso en evidencia deficiencias en el diseño
estructural y las condiciones de manejo, resaltando la
necesidad de mejoras en estos entornos (Montevideo
Portal, 2024). De manera similar, un estudio en la
misma institución sobre el bienestar de tres gatos mon-
teses (Leopardus geoffroyi) identificó falencias en el
diseño de los recintos, reflejadas en bajas calificacio-
nes en las cinco libertades y en la presencia de com-
portamientos anormales (González-Barboza, Hilario,
Zorzi & Corte, 2017). Por otro lado, en el Zoológico Villa
Dolores, el traslado de jaguares (Panthera onca) a
recintos más amplios y complejos tuvo un impacto
positivo, reduciendo comportamientos estereotípicos
como el pacing y favoreciendo la expresión de compor-
tamientos naturales (Zambra, 2010).
El gato montés (Leopardus geoffroyi) es un
pequeño felino de pelaje amarillento a grisáceo con
Bol. Soc. Zool. Uruguay (2ª época). 2025. ISSN 2393-6940Vol. 34 (1): e34.1.17